miércoles, 20 de julio de 2011

Así legalizó Nueva York el matrimonio homosexual

ESTE ARTÍCULO DA CUENTA DE CÓMO SE OBTUVO EL LOGRO DEL MATRIMONIO ENTRE PERSONAS DEL MISMO SEXO.. NO DEJE DE LEERLO!

Nueva York acaba de legalizar el matrimonio homosexual, que hace dos años rechazó claramente. ¿Qué ha cambiado? La versión oficial es que la sociedad. La real: un lobby gay organizado, dinero y las circunstancias personales del mismísimo gobernador. Con la colaboración de Luis Losada.




Era casi medianoche del viernes 24 de junio cuando el gobernador del estado de Nueva York, Andrew Cuomo, rubricaba la legalización del matrimonio homosexual. Una gran victoria del lobby gay y de Cuomo, demócrata, declarado católico e hijo del también gobernador Mario Cuomo, abanderado de los derechos sociales y la progresía.
Dos años antes la misma votación, entonces con mayoría demócrata en el Senado, acabó con un clamoroso rechazo del matrimonio entre personas del mismo sexo. Pero ese 24 de junio, con un Senado dominado por los conservadores republicanos, los gays vieron cómo una de sus principales reivindicaciones se hacía realidad. No fue azar ni casualidad. Meses antes ese hombre que estampaba su firma, Andrew Cuomo, comenzó una maniobra política digna de novela que dos periodistas, Nicholas Confessore y Michael Barbaro, han reconstruido, punto por punto y con ayuda de testigos presenciales, en el New York Times.
A punto de cumplir un año como gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo es consciente de que su gestión, centrada en recorte del gasto público y en otros asuntos logísticos, se aleja de las promesas electorales -matrimonio homosexual incluido- que había hecho en campaña. Aunque tardó en abrazar la causa (2006), una vez convencido aseguró a sus electores gays que lucharía por sus derechos. Y durante los primeros meses de mandato vio cómo parejas homosexuales se acercaban a él casi con lágrimas en los ojos, pidiéndole que no los abandonara.

Le movía eso y también que el hermano de la mujer con la que vive Andrew es gay y había hablado mucho a la pareja de lo feliz que le haría poder casarse.
Andrew ya era de la causa. Faltaba ahora sumar adeptos para asegurarse un triunfo nada fácil y no repetir el fracaso de 2009.

Comienza la estrategia
Cuomo llama a su despacho a los representantes de cinco lobbiesgays representativos. La propuesta es que luchen unidos -el gobernador está convencido de que las luchas intestinas de los propios gays determinaron la derrota de 2009- y que él, el mismísimo Cuomo, se implique personalmente en la estrategia.

Los lobbies aceptan y crean una única plataforma -New Yorkers United for Marriage- para dar la batalla. Nadie podía salirse del guion y si lo hacía, sería convenientemente reconvenido. Se dice quecuando Daniel O’Donnell, un activista gay demócrata, sacó a la palestra el debate por su cuenta y riesgo en mayo recibió una llamada de la oficina del gobernador. “¿Qué diablos crees que haces?”. Punto uno de la batalla: como en Fuenteovejuna, todos a una.
Punto dos: el dinero. De forma paralela a las maniobras de Cuomo dos de sus consejeros de confianza se reunían en secreto en un rascacielos de Manhattan con los mecenas republicanos más saneados económicamente. ¿Republicanos? ¿Para ayudar a los demócratas? Sí; uno de ellos, el millonario Paul Signer, tiene un hijo homosexual y los demás... los demás tenían el dinero necesario para convencer a los senadores republicanos que apoyaran el matrimonio gay de que su decisión estaría respaldada económicamente y no supondría un lastre en su carrera política. En resumen: neutralizar los miedos al coste político de los republicanos más liberales.
La fundadora de la plataforma de defensa del matrimonio tradicional National Organization Marriage, Maggie Gallagher, explica a ALBA que “los gays son una parte importante del apoyo financiero del Partido Republicano en Nueva York” y añade además que muchos comerciantes y empresarios pueden sufrir un boicot económico si no apoyan la causa rosa.
Motivos para apoyar la lucha de Cuomo tenían, y sobrados, los mecenas republicanos y días después de la reunión secreta enviaron su respuesta a la oficina del gobernador -“estamos en el barco”- y extendieron cheques por un millón de dólares -que se sumarían a los cientos de miles de dólares que ya manejaban los lobbies-. Había dinero para la campaña. El objetivo parecía alcanzable.
Un conejo en la chistera
Aunque el Senado neoyorquino está compuesto por 32 republicanos y 30 demócratas, hay margen para cambiar voluntades; la cuestión es tocar las teclas adecuadas -los senadores indecisos- de uno y otro partido. En el ala demócrata hay nombres arrepentidos del no de 2009; algunos por convencimiento personal -creen que la sociedad ha cambiado y ve con buenos ojos la unión homosexual- y otros por cuestiones personales.

Más cuestiones personales, esta vez de un hueso duro de roer: Carl Kruger. Nadie se imaginaba que su voto sería para el sí (la comunidad homosexual le había insultado por sus ideas contrarias al matrimonio homosexual).
Nadie lo esperaba, pero tampoco nadie sabía que el sobrino de la pareja de Kruger era gay y había levantado el saludo a Kruger y su novia. “No me merezco esto. Ahora ya es algo personal”, lamentó Kruger en conversación telefónica con el demócrata John Sampson. Ocasión idónea para sumar para la causa: “Cuando todo lo demás se ha acabado, lo que queda es la familia”, respondió Sampson animando a Kruger a pensar en su sobrino y no en las repercusiones políticas del sí.
Y luego estaba ‘el Contador’. Un demócrata que decide su voto en función de lo que sus electores quieran. Las miles de cartas enviadas por el lobby gay -que identificó a los seguidores de ‘el Contador’ favorables al matrimonio gay- inclinaron la balanza.
El sí demócrata parecía asegurado. Pero hacía falta fuerza republicana; y se buscó en un hombre, James S. Alesi, atormentado por haber votado no en 2009. Una comida en Park Avenue a propuesta de los mecenas republicanos fue el principio. Si él decía sí, no tenía que preocuparse por su carrera política: estaría respaldado.
Alesi no lo tenía claro, pero acabó siendo el primer republicano en dar el sí al matrimonio homosexual en Nueva York. La puesta en escena fue inmejorable. Los lobbistas acababan de dejar al gobernador en su despacho cuando la secretaria de Cuomo les llamó por teléfono y les pidió que volvieran urgentemente.






Aplausos y gritos de euforia entre los lobbistas que veían ya a Cuomo como el único capaz de hacer su sueño realidad. “¿Cuántos conejos más vas a sacar de la chistera?”, le dijeron
.
Y sacó tres más. Los votos de los otros tres republicanos que votaron sí. Quizá tuviera algo que ver en su decisión la reunión off the record que mantuvo Cuomo con los senadores republicanos en su residencia personal, cerca del río Hudson. Emoción cien por cien que dio sus frutos: “Su amor vale tanto como el nuestro; su compromiso merece la pena tanto como el nuestro y sus ojos son los mismos que los nuestros. Esta es la cuestión”. Horas después, 33 de los 62 miembros de la sala dijeron sí.


Y en toda esta batalla, ¿dónde estaba el enemigo? Eso mismo se preguntaban, explican Confessore y Barbaro, los lobbistas gays. No podían creer que la Iglesia Católica -la que más podía inclinar la balanza hacia el no- y el ala conservadora hubieran desaparecido del mapa casi sin dar guerra.


En el caso del ala conservadora, quizá el líder de los republicanos, Dean G. Skelos, esté todavía dándose cabezazos contra la pared. Porque en su mano estaba, como mayoría que son los republicanos, rechazar la votación del asunto. Podía haberla bloqueado, pero decidió que su estilo era dejar que cada senador decidiera por sí mismo. Y eso hizo. Dejar a cada uno decidir a pesar de que el mundo rural -clave en el éxito republicano- está más bien en contra del matrimonio homosexual.


Ahora pueden pagar muy caras las consecuencias. La NOM prepara una gran manifestación el próximo 24 de julio y recauda fondos para derribar a los senadores republicanos que han votado a favor -“ellos se comprometieron con el no”-. Además, piden que la cuestión del matrimonio homosexual sea sometida a referendum -let the people vote (que la gente vote)- y critican la frivolidad con la que algunos republicanos han vendido su voto por un puñado de halagos públicos (del sector de la cultura, los medios de comunicación...).


¿Y la Iglesia? Aunque los obispos neoyorquinos emitieron un documento expresando su disconformidad con el matrimonio homosexual y hablaron con algunos senadores, lo cierto es que, si no la guerra, sí han perdido esta batalla. Sencillamente -y así lo han reconocido miembros de la Conferencia Católica de Nueva York- el enemigo -claramente superior en poder mediático y económico- les pilló fuera de juego.


Para analizar las consecuencias sociales de esta histórica votación habrá que esperar. Lo que ya es seguro es que hoy, en Nueva York, hay un cuñado contento, un sobrino reconciliado y una senadora demócrata invitada a la boda gay -quizá la primera del estado de Nueva York- de sus amigos, los políticos del sí.


TOMADO DE: http://www.intereconomia.com/blog/mejores-noticias-alba/legalizo-nueva-york-matrimonio-homosexual-20110713

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